Antes del baño…

Sí. Es cierto. Lo sé. Sé que hace tiempo que no puedo dedicar a este pequeño espacio lo que me gustaría, y la verdad es que me fastidia no sabéis cuánto. Pero mi vida, queridos lectores, desde principios de año, ha dado un giro de noventa cabronazos grados.
Imagino que en alguno de mis últimos escritos ya habréis intuido cambios en lo que respecta a mí alrededor, y, aunque no todos hayan sido negativos, me han tenido ocupada en cuerpo y mente las veinticuatro horas del día.
No voy a contarlos porque tampoco me creeríais.

Tengo un montón de cosas pendientes que contaros, muchísimas ideas que siguen rondando en mi cabeza a pesar de no poder ejecutarlas in situ, y largas historias que compartir con todos esos lectores y amigos fieles quiénes, aunque no publique, entráis a mis sueños todos los días sin falta.

Estoy contenta. Extraña, pero contenta. Es una sensación la hostia de difícil de describir.

Os comunico oficialmente que, a partir de hoy, y no sé hasta cuando, estoy de vacaciones. De vacaciones para todo, quiero decir, fuera de obligaciones, prostituciones y demás cabronadas como a las que he estado sometida los últimos doce años sin respiro alguno.
Sabéis que me apasionan los retos, y en más de una ocasión me he estampado tratando de conseguir lo imposible, no obstante, me huelo que a partir de ahora las hostias no dolerán tanto, no preguntéis por qué, es una simple intuición.

Cuando termine (si es que termina, ¡por dios qué horror!) la burocracia y consiga no perder ni un solo papel, ni los papeles, voy a continuar tejiendo –como la más preciosa viuda negra- estos sueños de seda que me enriquecen en muchísimos aspectos.

Hablando de viudas negras… ¿os gustan las arañas?

Un día tengo que hablaros de estas preciosidades diminutas y de mi pasión por ellas.
Tampoco se me olvidan las interesantes conversaciones que he mantenido con muchos de vosotros por mail, las recomendaciones que me mandáis, las películas, la música, vuestros relatos, las imágenes…
Me habéis dado mucho calorcito a través de vuestras letras y es algo que valoro enormemente. Y la mayoría de vosotros –más los que me conocéis un poco- estáis al corriente de mi anterior y frenético ritmo de vida.

Pero se acabó, queridos viciosos. A partir de ahora una servidora se va a dedicar plenamente a nutrirse de una vida lo más intensa posible: necesito volver a reencontrarme con la humanidad (si es que aún queda algún pedacito de ella); necesito volver a abrazar a la gente que más quiero sin miedo a romperme; necesito poder gozar de horas y horas delante de una hoja de texto y dar rienda suelta a mi gran compañera: la imaginación; necesito poder dormir otras horas y horas después de tremendas sesiones de sexo (porqué es uno de mis mayores placeres, el delicioso sueño post coital sin despertadores), e infinidad de cosas que mi cuerpo y mente anhelan desde hace mucho tiempo.

Soy una apasionada de los relojes, me encantan. Es un aparato que siempre me ha inquietado mucho, algo similar a lo que me ocurre con los pianos. Y pensaba comprarme una verdadera preciosidad que me tiene enamorada desde hace ya un tiempo, pero voy a detenerlo también ahí, y esa preciosa joya que luciría espléndida en mi muñeca va a quedarse, por un largo tiempo, en las vitrinas de aquella joyería.

Siempre que tengo vacaciones me deshago completamente del reloj, me guío muy bien por el sol.

Espero seguir plasmando mis sueños en este pequeño, y también vuestro, palacio.
Eso sí, soy susceptible de perderme en cualquier instante en un apasionante bosque, en alguna desconocida ciudad, entre las rocas de una cala perdida, en el mar… ¡mi mar!, qué ganas tengo de pasarme todo el día en él, nadando, buceando, rebozándome en la arena… mi piel necesita salitre a granel.

Y por ahora no me alargo más. Esta noche me ha citado Vila- Matas en mi cama. Y como bien comprenderéis, debo darme un baño espumoso con sus aceites y prepararme como es debido.

Un besazo, cabrones.

 

Un pedacito de mí

Soy una mujer amante de los cambios. Siempre, ya desde muy jovencita, los he necesitado para sobrellevar algo mejor esa cosa a la que llaman vida. Movimiento, sorpresas, cambios de ruta, paisajes nuevos, lugares a estrenar… me hacen sentir viva y con la adrenalina al nivel que necesito para sentirme feliz.
Lo jodido es cuando los cambios se imponen en tu vida sin tú haberlos llamado. Por cojones.
Es cierto que necesito emociones día tras día. Una de mis grandes enemigas es la monotonía, y sigo luchando para que no me roce ni un suspiro. Pero anoche soñé que tenía vértigo. Sé que es un sueño muy frecuente para algunos, pero el de anoche me dejó hecha un flan, abatida.

Hoy ha sido un día duro, muy duro. Siempre me acordaré del día de hoy, aún no puedo decir si por bien o por mal, pero no lo olvidaré jamás. Muchos cambios en muy poco tiempo, muy deprisa, a una velocidad casi salvaje, y debo tratar de canalizarlos lo mejor que pueda antes de hacerme pedacitos.

Tenía pensado para hoy, traeros uno de mis vídeos fetiches y contaros un poco su historia, pero hoy sólo me apetece Ella. Que, por cierto: ¿Os he hablado de Ella en alguna ocasión? Pues la verdad es que ahora no lo sé.
Ella es una voz que siempre siempre me acompaña, Ella es la que ha puesto la banda sonora en muchas épocas de mi vida (desde las más granates a las más blancas), y compartirla hoy con vosotros, es ofreceros un pequeño pedacito de mí.

No voy a presentarósla porque creo que no es necesario hacerlo.

Buen fin de semana.

 

A escondidas… cuando la magia se convierte en dolor

Fue al cumplir los diecisiete cuando empecé a darme cuenta de que la relación con Julián no sería un camino fácil en mi vida.

Jamás olvidaré la tristeza que me acompañó durante todo el día de mi cumpleaños, y la soledad que sentí a pesar de estar rodeada de amigos y familia.
Recuerdo la fuerza con la que apreté los ojos cuando todos gritaban que pensara en un deseo antes de soplar las velas, en cómo les escuchaba, con las voces distorsionadas, y cómo me escocían en el oído. En el deseo que pensé, y en el intenso dolor al soplar las velas del enorme pastel rectangular, un dolor que aún me duele a día de hoy cuando lo recuerdo.
Papá enorgullecido de su niña mayor, mi madre con los ojos vidriosos de alegría, amigas que aplaudían sin cesar, el mocoso de mi hermano deslizando el dedo encima de la tarta tratando de que nadie le viera.
Yo sólo quería morirme. Desaparecer de aquel ambiente en el que me sentía como una extraña, sin ninguna alegría, sin ilusión… sin Él.
Ya nada era como antes. Yo había dejado de ser aquella niña revoltosa e inocente. Mi mirada hacia Julián tampoco era la misma, y la de él hacia mí tampoco, por mucho que lo negara.
Las situaciones a escondidas con las que años atrás me emocionaba, ahora me resultaban incómodas y fatigosas. Los rechazos de Julián por el simple hecho de estar en público y ser descubiertos ya no los soportaba, me dolían como cuchillos afilados clavados en la espalda.
Estaba cansada de inventarme historias con las que mentir a mis padres, historias que inicialmente me parecían graciosas, a la vez que arriesgadas, y formaban parte del juego y la excitación, pero ahora ya no me divertían.
Todas las reuniones en las que él estaba en casa y yo no podía estar en ellas. Los regaños de mamá con él delante se convirtieron, para mí, en terribles humillaciones difíciles de soportar.

Sigue leyendo

Jódeme, preciosidad

Hoy sólo me apetece follar, follar como una cerda. Quiero sexo hasta la saciedad, es lo único que calmará ese latente dolor de cabeza que me aplasta las neuronas. Me apetece desnudarme y pasear por la calle, mostrando mi cuerpo y ver cómo me miran ardientes, con deseo, con ganas de metérmela por todos los agujeros.

Jódeme, anda.

Tráeme mujeres a la cama, rodéame de cuerpos y mézclame con ellos. Fóllame frente al espejo, como me gusta, y oblígame a  mirarme mientras me sacudes por todos los lados. Ponme a cuatro patas y hazme lo que bien me merezco.

Siéntate y me acercaré gateando y meneando el culo como una gata en celo, ansiosa por comértela.

Obsérvame cómo lo hago, yo prometo cerrar los ojos para no ver tu cara de placer mientras dibujo unas escaleras de caracol alrededor de tu polla.

Vas a joderme, ¿verdad? Me va a estallar el cráneo en cualquier momento si no lo haces.