Invitación a la reminiscencia

Sentir la suavidad del otoño con sus dosis de melancolía,
mirar hacia cualquier dirección y sentir ese vértigo,
comenzar a ver aquello que ni siquiera sabías que existía…
Sentir, mirar, ver, recordar…

Recordar, un verbo escalofriante.

Tal vez el tapón salió despedido, como cuando se descorcha una botella de cava. O ¿quién sabe si fue la brisa suave del mar la que acarició alguna parte de mi cerebro?
No he tratado de buscar una explicación racional, pero desde aquella noche he empezado a recordar. La primera sensación fue como si algún ser me tomara de la mano y me invitase a subir a algún transporte mágico para viajar en el tiempo.
Acepté la arriesgada invitación a la reminiscencia.

No hay viaje, al menos no lo recuerdo, pero sin darme cuenta me encontraba en la puerta de la casa de mi abuela.
Entré en aquella casa cuidadosamente, tratando de hacer el menor ruido posible. Por temor a equivocarme y de salir inmediatamente del recuerdo, hice primero el recorrido más sencillo; aquel que creía poder evocar mejor. La cocina de mi abuela. Aquel cálido lugar en el que había vivido tantos episodios de mi infancia. Un lugar donde todos los sentidos afloraban armoniosamente alrededor de aquella mujer de la que tanto aprendí.
Eché un primer vistazo general. Miré hacia un lado, hacia otro; estaba todo igual que siempre. Al ver que podía verlo todo con aquella claridad, empecé a fijarme en cada uno de los detalles.

Sigue leyendo

Antes del baño…

Sí. Es cierto. Lo sé. Sé que hace tiempo que no puedo dedicar a este pequeño espacio lo que me gustaría, y la verdad es que me fastidia no sabéis cuánto. Pero mi vida, queridos lectores, desde principios de año, ha dado un giro de noventa cabronazos grados.
Imagino que en alguno de mis últimos escritos ya habréis intuido cambios en lo que respecta a mí alrededor, y, aunque no todos hayan sido negativos, me han tenido ocupada en cuerpo y mente las veinticuatro horas del día.
No voy a contarlos porque tampoco me creeríais.

Tengo un montón de cosas pendientes que contaros, muchísimas ideas que siguen rondando en mi cabeza a pesar de no poder ejecutarlas in situ, y largas historias que compartir con todos esos lectores y amigos fieles quiénes, aunque no publique, entráis a mis sueños todos los días sin falta.

Estoy contenta. Extraña, pero contenta. Es una sensación la hostia de difícil de describir.

Os comunico oficialmente que, a partir de hoy, y no sé hasta cuando, estoy de vacaciones. De vacaciones para todo, quiero decir, fuera de obligaciones, prostituciones y demás cabronadas como a las que he estado sometida los últimos doce años sin respiro alguno.
Sabéis que me apasionan los retos, y en más de una ocasión me he estampado tratando de conseguir lo imposible, no obstante, me huelo que a partir de ahora las hostias no dolerán tanto, no preguntéis por qué, es una simple intuición.

Cuando termine (si es que termina, ¡por dios qué horror!) la burocracia y consiga no perder ni un solo papel, ni los papeles, voy a continuar tejiendo –como la más preciosa viuda negra- estos sueños de seda que me enriquecen en muchísimos aspectos.

Hablando de viudas negras… ¿os gustan las arañas?

Un día tengo que hablaros de estas preciosidades diminutas y de mi pasión por ellas.
Tampoco se me olvidan las interesantes conversaciones que he mantenido con muchos de vosotros por mail, las recomendaciones que me mandáis, las películas, la música, vuestros relatos, las imágenes…
Me habéis dado mucho calorcito a través de vuestras letras y es algo que valoro enormemente. Y la mayoría de vosotros –más los que me conocéis un poco- estáis al corriente de mi anterior y frenético ritmo de vida.

Pero se acabó, queridos viciosos. A partir de ahora una servidora se va a dedicar plenamente a nutrirse de una vida lo más intensa posible: necesito volver a reencontrarme con la humanidad (si es que aún queda algún pedacito de ella); necesito volver a abrazar a la gente que más quiero sin miedo a romperme; necesito poder gozar de horas y horas delante de una hoja de texto y dar rienda suelta a mi gran compañera: la imaginación; necesito poder dormir otras horas y horas después de tremendas sesiones de sexo (porqué es uno de mis mayores placeres, el delicioso sueño post coital sin despertadores), e infinidad de cosas que mi cuerpo y mente anhelan desde hace mucho tiempo.

Soy una apasionada de los relojes, me encantan. Es un aparato que siempre me ha inquietado mucho, algo similar a lo que me ocurre con los pianos. Y pensaba comprarme una verdadera preciosidad que me tiene enamorada desde hace ya un tiempo, pero voy a detenerlo también ahí, y esa preciosa joya que luciría espléndida en mi muñeca va a quedarse, por un largo tiempo, en las vitrinas de aquella joyería.

Siempre que tengo vacaciones me deshago completamente del reloj, me guío muy bien por el sol.

Espero seguir plasmando mis sueños en este pequeño, y también vuestro, palacio.
Eso sí, soy susceptible de perderme en cualquier instante en un apasionante bosque, en alguna desconocida ciudad, entre las rocas de una cala perdida, en el mar… ¡mi mar!, qué ganas tengo de pasarme todo el día en él, nadando, buceando, rebozándome en la arena… mi piel necesita salitre a granel.

Y por ahora no me alargo más. Esta noche me ha citado Vila- Matas en mi cama. Y como bien comprenderéis, debo darme un baño espumoso con sus aceites y prepararme como es debido.

Un besazo, cabrones.

 

Un pedacito de mí

Soy una mujer amante de los cambios. Siempre, ya desde muy jovencita, los he necesitado para sobrellevar algo mejor esa cosa a la que llaman vida. Movimiento, sorpresas, cambios de ruta, paisajes nuevos, lugares a estrenar… me hacen sentir viva y con la adrenalina al nivel que necesito para sentirme feliz.
Lo jodido es cuando los cambios se imponen en tu vida sin tú haberlos llamado. Por cojones.
Es cierto que necesito emociones día tras día. Una de mis grandes enemigas es la monotonía, y sigo luchando para que no me roce ni un suspiro. Pero anoche soñé que tenía vértigo. Sé que es un sueño muy frecuente para algunos, pero el de anoche me dejó hecha un flan, abatida.

Hoy ha sido un día duro, muy duro. Siempre me acordaré del día de hoy, aún no puedo decir si por bien o por mal, pero no lo olvidaré jamás. Muchos cambios en muy poco tiempo, muy deprisa, a una velocidad casi salvaje, y debo tratar de canalizarlos lo mejor que pueda antes de hacerme pedacitos.

Tenía pensado para hoy, traeros uno de mis vídeos fetiches y contaros un poco su historia, pero hoy sólo me apetece Ella. Que, por cierto: ¿Os he hablado de Ella en alguna ocasión? Pues la verdad es que ahora no lo sé.
Ella es una voz que siempre siempre me acompaña, Ella es la que ha puesto la banda sonora en muchas épocas de mi vida (desde las más granates a las más blancas), y compartirla hoy con vosotros, es ofreceros un pequeño pedacito de mí.

No voy a presentarósla porque creo que no es necesario hacerlo.

Buen fin de semana.