Domingos amarillos

Domingos… qué poco me gustan los domingos, joder, nunca los he soportado. Lo mismo le ocurre a Tengo, uno de los personajes de la novela que me está acompañando estos días de julio. Él cuenta cómo le angustia este día de la semana en el que todo cristo está, supuestamente, disfrutando de un largo respiro a la larguísima semana que dejaron atrás. Ese día tan especial y sagrado para la mayoría de humanos. La sagrada jornada en que, invariablemente, hay que descansar, relajarse, ir a la playa, y hacer todo aquello que durante el resto de días semanales no se hace.
Cómo me asquean estas imposiciones. A Tengo le desagradan por otros motivos que vienen desde su más tierna niñez, pero creo que no es mi caso.

Cuando era niña achacaba esta fobia a la vuelta al cole del día siguiente; al crecer un poco más, al instituto; en la época de trabajar de noche, los fines de semana, lo atribuía a los domingueros que paseaban, de buena mañana, con rostros resplandecientes y el periódico bajo el brazo mientras yo buscaba antros prohibidos con algo de oscuridad dónde refugiarme unas horas más, apurando el sábado, con el único calor de una copa y algún que otro estimulante más. Recuerdo la rabia que me producía cada vez que me cruzaba con uno de ellos, todos tan lustrosos, y yo con aquellas tremendas ojeras dignas de personaje de novela de terror y apestando a bareto nocturno.

Cuando crecí un poco más, la culpa era, evidentemente, por dar inicio a la semana laboral. Los lunes, pérfidos como ellos solos, me rascaban en el cogote durante todo el domingo, indicándome que el supuesto descanso dominical llegaba a su fin. Hasta la semana próxima que entraba de nuevo, por supuesto.

Y ahora… ¿Ahora?

Me siguen fastidiando más que un madrugón y sigo sin poder disfrutarlos como se supone que debería hacerlo. Ahora que no hay ningún motivo para detestarlos con todas mis fuerzas, sigo odiándolos como antes, o más si cabe. Estoy en el paro y los domingos son, para mí, horribles. Horribles y amarillos. De un amarillo intensísimo casi dorado que deslumbra. Y no os vayáis a pensar que detesto el amarillo, no; no es eso. Pero cada día de la semana tiene su color, al igual que los meses, las estaciones del año, los estados de ánimo y las canciones. Y a ellos les ha tocado éste.

¿Y vosotros? ¿De qué color son vuestros domingos?

Feliz domingo, a pesar de todo. Yo ya he regresado a Barcelona y las ganas de irme de nuevo ya me están dando toquecitos en el hombro.

… menos mal que mañana es lunes.

 

10 Respuestas a “Domingos amarillos

    • Buenas tardes, tesoro.
      Me gustaría saber de qué depende el que sean incoloros o que sufran sobrdedosis de pantones.
      ¿Lo has visto azul en alguna ocasión?

      • Azul, verde, rosa, blanco, rojo, naranja, morado… Yo diría que depende del humor con que yo mismo me lo tome y lo que quiera hacer de ese día. Ya que como tú misma dices, hay un destino ineludible acechando a la vuelta de la esquina…

        ¿Por qué preocuparme? Mañana llegará, pero yo estoy viviendo ahora. ¿O no es así? Y es el ahora el que puedo hacer que valga la pena, hacerlo contar para algo, aprovecharlo para «lo que me apetezca». Si la experiencia es óptima, la vida es buena… Y es lo más cercano a lo que entendemos por felicidad.

        Sip, como dice ese anuncio de cerveza, el del león y la ardilla jugando al billar; quien sabe vivir bien, puede vivirlo todo.

        Dime tú, querida… ¿Por qué amarillos? Y más siendo como eres, que podrías coger el cubo y la brocha y darles una mano del color que te apetezca.

      • Kheldar, por mucho que me gustaran los domingos, seguiría viéndolos amarillos, igual que los jueves azules, los sábados marrones y los lunes blancos. Los días tienen color y personailidad. En este caso, mi estado de ánimo no puede hacer variarlos.
        Otra cosa es tratar de hacer algo por cambiar esta visión, claro, pero éste ya es otro tema…

  1. Abril, la música no tiene colores, eso es cosa del ácido lisérgico, jeje

    Nah, bromeo, tu metáfora tiene mucho sentido aunque yo nunca he materializado las sensaciones que me producen la música, los meses, los días, etc…de esa forma (creo, tengo que consultarlo con mi consejero espiritual =la almohada).

    Sé a lo que te refieres, con los domingos es verdad que tengo sentimientos encontrados, pero creo que me caen bastante bien de todas formas.
    Es que para mí el sábado solía ser el día de resaca, porque yo era de salir los viernes y siempre tenía compromiso familiar, que no tiene porque ser algo malo, pero se me pasaba el día sin darme cuenta. El domingo en cambio es un día entero para mí mismo, para darme el lujo de hacer lo que no puedo hacer durante la semana…supongo que yo sería uno de esos domingueros que tanto te asquean, cuando vuelves arrastrándote de camino a tu ataúd como un vampiro cualquiera al que le ha pillado el día por la calle, jejeje.

    • Ahora me dirás que no ves, por poner un ejemplo, La Marcha de las Valkirias de ningún color. No me lo creo.

      ¿Con los olores y sabores, te ocurre lo mismo?

  2. Me venía yo preguntando a qué dedicarán los políticos su tiempo libre y, mira tú, estaba aquí la respuesta: a leer tus artículos. Después tú vas, y preguntas, ¿de qué color ves los domingos? y ellos, en su vicio profesional van y te cuentan lo que les sale de los huevos. Es sublime, platónico, puro mito de la caverna. Psicoexpresionismo cibernético en su pura esencia.

    Amarilos, también. Es el único día al que podría asignar un color, eso sí. Los domingos son amarillo seco. Más ocre en invierno y más pálido y cegador en verano, pero siempre seco. El día de recoger, de preparar, el día festivo de noche, sin embargo, temprana. Por cierto, que esta noche también tiene color, y es éste un añil muy intenso.

    Un beso, preciosa.

    • Mi apreciado hombreverde…
      Es usted un buen observador, en ocasiones tocapelotas, pero un buen observador.
      Curioso que sea el domingo el único día al que le asigna un color, es realmente curioso.

      Me guardo su beso y le envío otro.

Me encantará leer tu opinión